Por Antonio Cornadó
La Navidad es un tiempo propicio para esas tertulias familiares donde suelen aparecer chascarrillos de parejas. Estos días he podido compartir algunas de estas largas y divertidas sobremesas que proporcionan, si uno está atento, historias con material valioso para la reflexión profesional. Me quedo con tres.
Tengo un cuñado que dice que cuando discute con su mujer sobre el color de las nuevas cortinas del salón le tranquilizaría mucho saber que solo están hablado del color de las cortinas, porque siempre tiene la sospecha de que detrás de esa pregunta hay algo más, una pequeña conspiración con un fin oculto que es incapaz de descifrar.
Un sobrino me decía que su secreto para no alargar los interrogatorios de pareja es no dudar nunca. “Cariño: ¿vestido rojo o verde? Verde”. Responder siempre con rapidez y convicción, con determinación y seguridad en la respuesta -me decía- como si fuera una decisión estratégica para salvar una empresa.
Yo mismo fui capaz defender la tesis de que Cuenca no existe y que es un invento, apenas una oficina en un ministerio. Absurdo, ¿verdad? Pero, aplicando con rigor en la discusión las dos teorías anteriores se puede sostener una afirmación de este tipo. Y nadie fue capaz de desmontar mi trampantojo tramposo, ahora bautizado como verdad alternativa por algunos, y que no es más que una forma grosera de manipular la realidad.
En el fondo las noticias falsas y los bulos en la comunicación política y en la empresarial, se nutren de ambas teorías. Siempre hay una intencionalidad, se busca un fin político, social o reputacional. Decir sin afirmar – insinuando una ligera idea conspirativa en un contexto deliberadamente ambiguo- abre la puerta a cualquier interpretación interesada. La seguridad, la rotundidad y la vehemencia en el discurso -aunque no tenga ninguna base real- hacen que algo falso pueda parecer autentico y creíble para muchas personas.
Estos días se cumple el primer aniversario del asalto al Capitolio en Washington. Un ejemplo perfecto de los peligros que la manipulación de la realidad, disfrazada de falso rigor y liderazgo, puede provocar en nuestra sociedad y nuestras vidas. Un hecho para reflexionar.
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Artículo publicado originariamente en El Diario Montañés