Por Antonio Cornadó

En pocos días se cumplirá un año del decreto del estado de alarma en España. En este tiempo una de las cosas que hemos comprobado es la posibilidad real que tienen las empresas de incidir de forma positiva en los entornos donde desarrollan su actividad. En definitiva, de ser útiles a la sociedad reforzando su compromiso.

Si hablamos de imagen pública, la responsabilidad social de las empresas se mueve en tres líneas que deben estar conectadas para que sean eficaces: su actividad; las iniciativas que ponen en marcha y su impacto público. Hacer que las tres líneas coincidan permite a las empresas ser útiles, ser relevantes y ser reputadas.

La verdadera responsabilidad social no es una campaña ni una moda; es más bien un compromiso real, honesto y perdurable que se integra en el ADN de cada compañía. Muchas de las empresas que mejor se han adaptado a las demandas sociales hablan de propósito corporativo para definir este compromiso. Es decir, qué aporta la compañía a la sociedad, cuál es su huella, el rasgo que la diferencia y le hace reconocible.

Un ejemplo de esto es IKEA que ha puesto en marcha una estrategia que busca compatibilizar crecimiento empresarial y desarrollo sostenible. “Personas y planeta positivos” (descargar PDF) es una iniciativa de Responsabilidad Social Corporativa cuyo plan se centra en tres áreas: vida sostenible en los hogares; recursos y energía; personas y comunidades.

Podríamos decir que una parte del propósito corporativo de IKEA se centra en la sostenibilidad de su actividad, sus procesos, sus estrategias comerciales y sus productos. Es una iniciativa coherente y alineada con su negocio y con lo que sus clientes y las comunidades donde se asienta esperan de la firma. De hecho, en las 10 tiendas de Ikea en España hay instalados cerca de 44.000 paneles solares y el 85% de la energía que consumen es renovable. Además, ha implementado en las tiendas y las sedes de la compañía el sistema de iluminación LED. Los productos de iluminación que comercializa tienen esta tecnología. También ha fomentado el uso de este sistema entre sus empleados y clientes como una forma de ahorro y sostenibilidad medioambiental. Una iniciativa con propósito.

La acción social de las empresas influye positivamente en su reputación, pero es necesario hacerlo saber, ya que lo que no se comunica no se conoce y no puede valorarse. Defiendo la necesidad y la legitimidad de esta “comunicación con causa” como una forma de transparencia y compromiso. No lo defiendo cuando se trata de algo artificial, oportunista, impostado y superfluo. Creo que la mejor forma de evitarlo es comunicar con sencillez, honestidad y ética, ya que las empresas tienen la obligación de rendir cuentas de su actividad social y los ciudadanos la posibilidad de conocerla y premiarla.

Artículo publicado originariamente en El Diario Montañés en febrero de 2021.