Por Antonio Cornadó

Es un comentario bastante frecuente en los chats profesionales la buena opinión sobre la labor comunicativa del doctor Fernando Simón al frente del equipo del Ministerio de Sanidad en esta crisis. El doctor posee muchas virtudes de un buen portavoz: rigor, templanza, claridad y solvencia. Creíble y confiable, en definitiva.

Pero en tiempos de turbulencias necesitamos algo más que un buen portavoz. Necesitamos a alguien que disipe nuestros miedos y acreciente la  esperanza y la confianza en el futuro. Esa es la labor de los líderes.

La diferencia entre un buen portavoz y un buen líder no está tanto en las habilidades comunicativas sino más bien en el impulso interior que guía sus decisiones y la firmeza y convicción en llevarlas adelante. El portavoz informa, habla en una sola dirección. El líder comunica en un diálogo sin palabras que convence, arrastra y mueve.

En comunicación hay tres etapas bien definidas a la hora de establecer un programa que busque el éxito: que te crean, que confíen en ti y que se comprometan contigo y con tu causa.

En una situación de crisis severa como la actual es preciso alcanzar ese punto del compromiso cuanto antes y, en mi opinión, la comunicación es el puente que transita entre un líder y los públicos a los que quiere mover.

Hemos visto en los últimos días diferentes declaraciones de jefes de estado y de gobierno sobre el asunto de la pandemia por coronavirus. Hay tres aspectos relacionados con la comunicación de los líderes que, viendo esos ejemplos, podemos considerar:

  • Brevedad: en comunicación de crisis, menos es más. No es necesario utilizar muchas palabras para transmitir ideas importantes.
  • Sencillez: pocas ideas  explicadas de forma breve y didáctica. Arropar cada idea con argumentos emocionales y racionales que le den consistencia, credibilidad y cercanía.
  • Control: en la transmisión de los mensajes hay que ser equilibrado: ni tan frío que genere indiferencia y cansancio ni tan emotivo que resulte teatral, artificial y ñoño.

Pero sin duda lo que se valora de un líder es su autenticidad. Es decir, que estén en consonancia sus palabras y sus actos. Que sea coherente y consistente en su acción. Que la mayoría lo vea como referente… y eso va bastante más allá de la escenificación artificial y fácil, la ampulosidad en las palabras o la imagen milimétricamente cuidada.

Artículo publicado originariamente en El Diario Montañés el 22 de marzo de 2020.