Por Antonio Cornadó

Alejandra Salazar y Gemma Triay ganaron el último torneo Open de pádel. Lo que no imaginaban es que su presencia pública posterior estaría relacionada no con su victoria, sino con su denuncia de discriminación salarial en el reciente Campeonato de España. Un asunto torpe y zafio que ha ocasionado una crisis reputacional que ha ensuciado el buen nombre de un deporte que tiene en la igualdad salarial una de sus banderas.

En España el pádel mueve 700 millones de euros al año y cuenta con cerca de cuatro millones de practicantes. En Cantabria hay más de 3500 jugadores federados y 40 clubes. Es la novena Comunidad con más licencias.

Las cifras reflejan la importancia social y la visibilidad de este deporte. Por ello la transparencia en su gestión y en la comunicación es un deber. La idea de la empresa que organizó el campeonato era promocionar la participación de los jugadores de mejor ranking para incrementar el atractivo del torneo. La forma elegida, ofreciendo incentivos bajo cuerda a algunos jugadores masculinos, ha sido un desastre en toda regla. El resultado: boicot de las jugadoras por discriminación; solidaridad de los jugadores por opacidad y enfado del público que ha dado la espalda al torneo. Y, quizás, lo más grave: el campeonato y el pádel han estado en el foco de la opinión pública por la controversia creada y no por la competición.

Cuando se gestiona un evento o se dirige una campaña siempre es aconsejable buscar el apoyo de especialistas. Cualquier profesional de la comunicación sabe que este tipo de ofertas y trucos bajo la mesa se acaban conociendo. Nosotros tenemos la obligación y la responsabilidad de prevenir y anticipar los riesgos mediáticos que conllevan determinadas decisiones. Hoy la comunicación es una extraordinaria herramienta que puede ayudar a construir la imagen de una compañía o arruinarla. Esta vez algo en la cadena de valor profesional no funcionó, se minusvaloró o simplemente se ignoró. El resultado ha hecho mucho daño al campeonato, al pádel y a los aficionados. Una “víbora” venenosa para su reputación.

Artículo publicado originariamente en El Diario Montañés