Por Antonio Cornadó
Hay una historia que los consultores de comunicación contamos siempre que se discute con un cliente la forma de salir o no en los medios.
Los abogados de Bárbara Streisand decidieron querellarse contra unos naturalistas que fotografiaron de forma accidental la casa de la cantante y subieron esas imágenes a una plataforma profesional. Antes de la demanda esas fotos las habían visto tres personas (dos eran los abogados de Streisand). Al día siguiente del anuncio de la querella la página tuvo 400.000 visitas. Es el típico efecto boomerang que, por precipitación o desconocimiento, acaba encontrando lo peor cuando se busca lo mejor para el cliente.
Viene a cuento esta historia por la manera en que algunos directivos entienden su presencia en la opinión pública: un impulso emocional más que una estrategia racional. En este ámbito, recurrir a profesionales siempre es una ayuda y una ventaja. Ante una información adversa no siempre lo mejor es salir inmediatamente a desmentir, dar la cara, exponerse. En primer lugar, porque seguramente falta información. En segundo, porque es una práctica común de los medios guardar una parte de la información recogida para cuando se emita ese primer desmentido. En la hemeroteca reciente las seis versiones del Delcygate del ex ministro Ábalos son un ejemplo perfecto de improvisación y rectificación.
Hay tres errores que debemos evitar: la precipitación, la valoración inadecuada del contexto y la falta de cálculo sobre las consecuencias reputacionales de una aparición pública.
Negación (2016) es una magnifica película basada en una historia real: Un abogado británico defiende a una historiadora judía norteamericana que es acusada de desprestigiar a un escritor negacionista del holocausto. En una escena el abogado le explica por qué no va a dejar que declare en el juicio, ni ella ni los supervivientes de los campos de exterminio: «lo que funciona mejor no es necesariamente lo que sienta mejor, lo que nos gusta. ¿Qué debes hacer? Quédate sentada, no abras la boca: gana. Es un acto de abnegación».
En la comunicación de las empresas ocurre lo mismo. Los abogados de Barbara Streisand, también judía, aprendieron con su error una muy buena lección.
—
Artículo publicado originariamente en El Diario Montañés