Por Antonio Cornadó

El directivo más canalla y amoral que he conocido en mi vida profesional no dejaba de repetir en cada uno de sus discursos públicos que «las personas son el principal activo de la empresa» con tanta pomposidad como cinismo. La situación de los empleados de su grupo empresarial era muy diferente. Estoy muy convencido de la capacidad de la comunicación para transformar el clima laboral y conseguir la realización profesional y personal de los empleados. Pero creo que durante bastante tiempo no se ha usado en la forma adecuada: paternalista, mentirosa, marketiniana o instrumento de control. Esa visión casposa de una comunicación interna basada en reuniones de adoctrinamiento interminables, revistas, carteles o buzones de sugerencias es, además de arcaica, aterradora.

Las cosas han cambiado mucho. Y a mejor. Internet y la expansión de las redes sociales han hecho que el valor de la opinión de los empleados de una compañía crezca exponencialmente como altavoces y portavoces al mismo tiempo. Hay tres factores que están modificando de raíz los programas de comunicación interna. Primero la mayor complejidad del ecosistema empresarial. También que la tecnología hace asequible gestionar con eficacia la comunicación interna independientemente del tamaño o presupuesto de la empresa. Y en tercer lugar la creciente importancia de la función comunicativa en las compañías. 

Todos interactuamos con los quienes nos rodean a través de las redes sociales en una conversación informal, continua y transversal que abarca todas las facetas de nuestra vida. Ahí somos referentes y creíbles para los nuestros. Esto lo han entendido muy bien las empresas innovadoras que apuestan tanto por la digitalización de la comunicación interna como por la potenciación de los empleados como los primeros embajadores de la firma.

Entre algunos directivos, no obstante, existe el temor de pensar que, si se quiere dar voz a los empleados, la compañía asume el riesgo de perder el control sobre las voces que utilizan el nombre de la empresa. En nuestro mundo actual ¿tiene sentido intentar controlar totalmente lo que dice una compañía? En mi opinión, no. Internet y las redes sociales han supuesto también un cambio en los códigos de relación entre la dirección y los empleados

Más que como una amenaza, la aportación de la moderna comunicación interna a las corporaciones es un valor que, si se gestiona bien, mejora la imagen, apuntala la confianza, cimenta el prestigio y consolida la reputación de nuestras empresas en un ecosistema social que las valora no sólo por su oferta de productos y servicios, sino por conjunto de valores intangibles que las complementan y diferencian.

Artículo publicado originariamente en El Diario Montañés el 09 de febrero de 2020.